El cuerpo humano es sensible a los cambios de temperatura. Con la llegada del invierno y la bajada de las temperaturas, el cuerpo pasará por diferentes cambios y se verá alterado por su necesidad de adaptación al nuevo clima.
El paso del otoño al invierno genera, normalmente, un cambio de temperaturas brusco y rápido y nuestro cuerpo no siempre está preparado para gestionarlo de la forma más apropiada. Esta falta de recursos del propio organismo ante la brusquedad del cambio puede, si no se previene adecuadamente, provocarnos enfermedades.
Así, con la llegada del frío, las afecciones previas pueden verse agravadas. Además, las personas que no padecían enfermedad alguna, notarán cambios en su estado anímico y en sus niveles de energía, que les pueden llevar a una falta de ganas de hacer aquello que hasta el momento era cotidiano en su día a día. Estos cambios quedan justificados por la alteración del sueño y del descanso, provocadas también en parte por el cambio horario que se da en esta época del año.
Otros síntomas de que nuestro cuerpo nota los cambios de época está en la mayor frecuencia de dolores articulares de carácter reumático o artósico, que aumentan tanto en el paso de verano a otoño como en el de otoño a invierno.
El frío, la lluvia y el cambio de presión atmosférica que se da en estas épocas no causan enfermedades reumáticas, pero sí influyen en el agravamiento de los síntomas y molestias que muchas de ellas generan, dado que la sensación de dolor incrementa ante dichas condiciones.
Es por todo ello que en la previsión está la clave, es importante preparar al cuerpo para el cambio de clima, puesto que esta preparación no solo puede ayudarnos a mantener nuestro estado de ánimo y nivel de energía a raya, sino que también hará que los efectos del frío que pueden provocarnos dolor o molestias se reduzcan al máximo.